Hace unos días, en su reporte de producción al primer semestre, Antofagasta plc, la matriz de Antofagasta Minerals (Amsa), el brazo minero del grupo Luksic, reconoció un impacto de unos US$ 40 millones en sus ganancias netas atribuibles del período, derivados del traspaso de la participación indirecta del 40% que tenía en la central eléctrica Hornitos, ubicada en Mejillones.
La venta de este activo, a cuya propiedad la cuprera entró en 2009, fue parte de los términos de la renegociación del contrato de abastecimiento eléctrico que la minera firmó en marzo con Engie Energía y en la práctica implicó la salida de Amsa del negocio eléctrico. La generadora europea era propietaria del otro 60% de este complejo termoeléctrico a carbón.
A fines de la década pasada, cuando la continuidad de suministro eléctrico en el Norte Grande era una incógnita, debido a la crisis detonada por el corte del gas argentino y la falta de inversión, la minera de los Luksic tuvo un papel protagónico al viabilizar media docena de proyectos de generación, tanto convencional como renovable, en los cuales inyectó más de US$ 1.000 millones Claro que en esta incursión Amsa tuvo altibajos.
Si bien pudieron asegurar su abastecimiento eléctrico —un insumo clave para sus procesos— a precios más razonables que los que había en ese momento, también sufrieron traspiés que tuvieron un costo en torno a los US$ 800 millones. El más importante fue la participación en el polémico proyecto hidroeléctrico Alto Maipo, al que entraron en 2013 con el 30% de la propiedad y del cual salieron al cabo de cinco años, cuando los retrasos en las obras y encarecimiento de la inversión obligaron a una compleja refinanciación con el sindicato de bancos que financia la iniciativa, cuya construcción aún no finaliza.
En ese caso Amsa reconoció una pérdida de US$ 367 millones. Otro intento fallido fue la geotermia, donde el grupo invirtió US$ 300 millones para explorar 12 concesiones. El plan era contar hacia 2020 con unos 500 MW de capacidad de generación, pero nada de eso sucedió y Energía Andina, la filial a cargo de estos proyectos, bajó la cortina en 2018, cuando la australiana Origin, que era la socia de Amsa en esta empresa, se fue del país, también tras varios fracasos en sus proyectos en solitario.
La misma suerte corrió Mulpún Energy, que fue la primera inversión energética de Antofagasta Minerals, y que contemplaba extraer gas desde un depósito de carbón que estaba ubicado en las cercanías de Valdivia. En este proyecto también se asociaron con una empresa australiana, pero tras más de US$ 30 millones de inversión, tampoco lograron concretar el proyecto, que fue puesto en el congelador.
En 2017 y 2018 Amsa se desprendió de sus participaciones en una iniciativa eólica —Arrayán, que en ese momento fue el más grande de su tipo en construcción— y otro solar, llamado Javiera, con los que abastece de energía renovable a Los Pelambres, la mayor faena minera del grupo.
Si bien en la primera venta declaró una ganancia de US$ 5,8 millones derivada de la venta de su 30% —que alcanzó los US$ 28 millones–, en el segundo proyecto, Amsa declaró una pérdida de US$ 8,1 millones. Como parte de este proceso de volver a concentrarse en la extracción de cobre, que es su negocio principal, en julio de 2018 la minera también vendió las líneas de transmisión que llevan la electricidad hasta el distrito Centinela, en la Región de Antofagasta.
Esta operación —donde la compradora fue la hispana Red Eléctrica— involucró US$ 117 millones.
Fuente/Mercurio Chile Energías/www.chileenergias.cl www.facebook.com/chileenergia.cl/ twitter.com/chileenergias #chileenergias,#energías,#CambioClimático, #eficienciaenergética